MARÍA AZKARATE. «Tercer paisaje. Una utopía contemporánea». Ganadora.
Enunciado por Gilles Clement, el Tercer Paisaje engloba el conjunto de los espacios residuales del antropoceno. Terrenos baldíos fruto de la ordenación del territorio o resultado del abandono de áreas anteriormente explotadas, tales espacios, al margen de la actividad económica y del control administrativo, constituyen una de las más importantes reservas de biodiversidad.
Este territorio funciona como una potente metáfora que pone en valor los márgenes como ámbito de libertad, frente a la creciente homogenización de las conductas humanas. El desarrollo biológico del Tercer Paisaje se alimenta del olvido administrativo. La invisibilidad es su mejor salvoconducto y lo convierte en un ámbito inconsciente de insumisión a las dinámicas de poder contemporáneas. Sin embargo, Clement sugiere proteger su desreglamentación moral, social y política.
Esta paradoja sitúa al Tercer Paisaje en la esfera de lo utópico, ya que encarna dos grandes anhelos de las sociedades contemporáneas: la promesa de regeneración del medio ambiente y de una vida al margen de la hipervigilancia y las corrientes homogenizadoras de la globalización.
ANA MARTIN. «De luchas y de antídotos. ¿Y si Jesucristo hubiera nacido mujer?». Mención especial.
El trabajo es una reflexión sobre cómo la pintura clásica y la mirada de los hombres artistas modelaron el concepto de feminidad que lleva siglos perdurando. De cómo las imágenes que ahora vemos en redes, publicidad o revistas son herederas de aquel imaginario colectivo donde la mujer no tuvo voz.
Utilizando aquellas obras de arte clásicas, haciendo un cambio de roles y con cierto grado de humor, el proyecto trata el tema de la igualdad de género en la sociedad y en el mundo de la representación visual, en el que ahora estamos tan inmersos. Porque las imágenes que vemos también modelan la realidad y las normas sociales en las que nos movemos.
MIREN BARRENA. «Solo hace falta pegamento para atrapar el pasado»
Cuando observamos fotos de nuestra infancia, encontramos ambientes y escenas que nos invocan a ese pasado del que no recordamos directamente gran cosa, pero no son familiares. Reconocemos ese tiempo, lo relacionamos con olores, frases, acontecimientos o en algunos casos el olvido. Este tipo de fotografía de imagen en nuestra vida; o se la quita… «cuanto más se representa la gente menos queda de ella en realidad», dice Hito Steyerl.
En cualquier caso lo que me interesa es el mecanismo de reconocer esas imágenes que pertenecen a una estética y tiempo concreto. Sentimos parte de ellas. Aceptar la mirada de alguien haciéndola nuestra. Alguien invocó la tesis platónica de que ya todo lo hemos visto en un orbe anterior, de manera que conocer es reconocer. Bacon escribió que si aprender es recordar, ignorar es de hecho haber olvidado.
Puede que un álbum de fotos sea la metáfora de ese «otro mundo».
MARÍA SÁNCHEZ. «Deméter»
A lo largo de la historia, la fertilidad -esencialmente femenina- ha sido objeto de culto en todas las épocas y culturas. En la mitología, las múltiples diosas que encarnaban la fertilidad han sido veneradas de infinidad de formas para asegurar tanto las cosechas como la descendencia, haciendo así recaer toda la responsabilidad de la abundancia y la procreación en las mujeres.
Esta herencia envenenada, junto con otras muchas, ha contribuido históricamente a dibujar un esquema reduccionista e inflexible acerca de lo que se considera “ser mujer”. En este sentido, la maternidad ha sido el eje central sobre el que se ha construido la identidad femenina, excluyendo así a las mujeres que no desean ser madres y a las que, deseándolo, no lo consiguen.
Con este trabajo, y de la mano de la propia experiencia de mi hermana, trato de plasmar el torbellino de emociones, miedos y culpa que sienten las mujeres de este segundo grupo, que a pesar de su invisibilización, son más numerosas de lo que se percibe socialmente.
Las autoras Karima Oliva Bello (Instituto de Psicología de la UFRJ, Brasil) y Yoana Batista (+Vida, Hamburgo, Alemania) se preguntan lo siguiente:
“¿Cómo se perciben a sí mismas, perciben sus vínculos, sus circunstancias de vida y su futuro, mujeres que no pueden procrear, en una sociedad en la que la maternidad es una de las instituciones simbólicas más asidas a lo femenino?”
Partiendo de esta premisa, Deméter recoge una serie de imágenes oníricas y directas que narran el complejo viaje emocional en el que se embarcan las mujeres que comienzan un tratamiento de fertilidad.
YONE ESTIBARIZ. «gu, LATXA»
Cielo gris, piedras grises, clima áspero, caminos ásperos. No es de extrañar que las ovejas sean así también. Latxa no significa otra cosa sino áspero en euskera. Y aunque el nombre derive de la característica de su lana, sus ojos dejan entrever que no se limita sólo al manto que cubre su piel.
Una siente la tentación de jugar a adivinar los sentimientos detrás de esas miradas. Indiferencia, como si el entorno gris hubiese penetrado en ellas; Resignación ante las órdenes de los perros y el pastor. Temor a los buitres que planean sobre ellas. Su salvación, sus compañeras. Ya sea en parejas, en pequeños grupos o en rebaño, pero no solas. Son (somos) ciertamente animales gregarios. Y donde antes una veía indiferencia ahora ve calma, pues saben que la niebla se disipa a medida que avanza el día. En vez de resignación, gratitud hacia los que las guían. En lugar de temor, confianza en la fuerza como grupo.
Probablemente no lo vean ni negro ni blanco. Tampoco gris, a pesar de la niebla que les nubla el horizonte. Verán la hierba verde, y ahí dirigen la mirada.
EIDER MORENO. «Apurtu»
El trabajo que presento para esta convocatoria, se centra en abordar un conflicto concreto desde una perspectiva bilateral. Tomando como referente principal el archivo histórico-fotográfico y la memoria, propongo un recorrido visual acerca de las diferentes violencias que acontecieron en el conflicto social y ambiental en torno a la construcción de la Central Nuclear de Lemoiz (Bizkaia, 1972).
Partiendo de la revisión del archivo fotográfico y haciendo uso del apropiacionismo contrapongo la violencia en el territorio (la ocupación, invasión y violentación de un territorio natural) con la violencia social en el conflicto. Este trabajo pretende, además, plasmar la lucha de masas que se llevó a cabo en la época, así como vislumbrar a víctimas de este conflicto por parte de las fuerzas de seguridad del Estado Español, y por el grupo armado E.T.A.
La complejidad y la sensibilidad que requiere este tema, me ha llevado a usar la imagen de una forma muy específica para apoyar diferentes objetivos, en algunos casos, la despersonalización o el anonimato de las masas. Hago uso de la imagen rota, pixelada, desfragmentada… para favorecer el relato tanto estéticamente como conceptualmente, ejerciendo así una fractura, una desproporcionalidad en la imagen, siendo esto el nexo entre la violencia real y la violencia plástica en el proyecto. El uso del arte generativo me permite dotar al proyecto de unos aspectos formales que favorecen el simbolismo en el proyecto, ejerciendo una violencia digital a las imágenes, reescalandolas, transformandolas… hasta llegar practicamente a lo irrenocible. Trabajo en el uso consciente del píxel, así como, en el uso de ciertas imágenes icónicas que perduran en el imaginario colectivo. Combino así, la iconicidad de la imagen, con lo reconocible y lo irreconocible.
En resumen, propongo un diálogo visual del conflicto y de sus diferentes violencias mediante diferentes estrategias estéticas y formales.
MAIED URRUTIA. «30 veces yo»
“30 veces yo” es un proyecto en proceso en el que exploro de manera personal la transición que para mí supone la década de los veinticinco a los treinta y cinco años, en la que se comienza a ser adulto para finalmente dejar de ser joven. Cómo vivo ese cambio en el que la entrada en la edad adulta es ya palpable, una realidad. Libertad, inestabilidad, miedo y resistencia son sólo algunas de las emociones que me acompañan en este camino ciertamente ineludible.
LEIRE ZABALETA. «Mírame»
“Mírame” es un proyecto en el que la identidad se desliga del rostro y l@s modelos aparecen con la cara tapada en retratos neutrales pero con un toque surrealista. En estas fotografías, las personas son retratadas de forma no-identificable, eliminando su parte física más reconocible y tratando de reflejar su energía en el ambiente de la imagen.